Apicultura Wiki
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Colmena. Construcción característica del Bajo Aragón y Señorío de Molina (Guadalajara). Habitualmente ubicada en el monte rodeada de carrascas o quejigos con plantas aromáticas como el tomillo, ajedrea, espliego y romero. El horno está compuesto de varios compartimentos donde las abejas construyen los panales con tapa de madera en el interior y una pequeña abertura con un reposadero de piedra o teja (piquera) por donde se introducen las abejas. Habitualmente se numeran dichos compartimentos con el fin de realizar seguimiento. La recogida de los panales se hace con una herramienta llamada castradera.

Estos hornos son verdaderas construcciones, tipo chalet, construidos con materiales y tienen techos de tejas, en su interior se utilizan cajones de madera, toneles, medios toneles como habitáculos o colmenas para del abejas y fueron durante la edad media muy comunes, llegando algunos a nuestros días, pero la falta de manejo sanitario irremediablemente hace que desaparezcan en la actualidad.

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Antiguo horno de abejas en el Señorío de Molina de Aragón


CATAR Y HACER LA MIEL Y LA CERA[]

  • por Emiliana Pastor de Blas y Sofía de Blas Muñecas (1994)

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Ruinas de colmenar y palomar

Los colmenares se encuentran en el campo, aunque hoy no queda casi ninguno. Los colmenares tienen cuatro paredes sin techar, a modo de los corrales, y sobre las paredes se ponen bardas para que no se estropeen. La puerta es comparada como la de un portal, y se cierra con tranquilla.

En las paredes están los hornos, que son unos huecos cuadrados partidos por la mitad: en una mitad está la miel, y en la otra la cera.

Cuando se iba a catar, se llevaba una carandela, que es como una careta de alambres cosida a un saco. La carandela se colocaba en la cara y el saco por la cabeza, así se evitaba que te picasen las abejas.

Luego se hacía lumbre con espliego, tomillos o "ilagas"[1], o cualquier otra cosa que se encontrase por el campo, y se echaban las ascuas en una botija rota por el culo.

Como generalmente se iba a catar más de una persona, la una daba humo, soplando por la boca de la botija, mientras que la otra abría el horno y cogía el panal.

La miel se cogía con la mano -dejando algo para que pudieran seguir trabajando las abejas- y luego se echaba en una gamella o en un gamellón.

Después se volvía a tapar el horno con barro, lodándolo con una paleta. Y se dejaba algún agujero para que pudieran entrar las abejas a la colmena.

La gamella se atravesaba sobre las aguaderas de un burro y se llevaba la miel a casa.

Se cocía todo -la miel y la cera- en una caldera de cobre de las que se empleaban para hacer las morcillas. Se echaba un poco de agua en el culo de la caldera para que no se pegase la miel. Y, cuando ya estaba cocido, se echaba en una gamella o gamellón que tenía un roto por donde salía la miel y se quedaba la cera. Cuando se quería que no saliese la miel, se tapaba el roto con un palo.

Cuando se empezaba a quedar frío, se tapaba el roto con el palo para que no cayese la cera.

Luego la miel se echaba en cántaros o en ollas y así se conservaba.

La miel se utilizaba para el consumo de los de casa; se repartía también algo entre la familia, y, si sobraba algo, se vendía.

La miel la escondían las madres en las "dispensas"[2] para que no nos la comiéramos, pero si había ocasión, metías una cuchara, o más bien el dedo, y te la chupabas. Ahora que, como te pillaran: ¡jope, a correr se gana el pan!, tenías que salir a escape para que no te pegasen cuatro bardascazos.

Alguna vez nos untaban miel en el pan de la merienda, pero no todos los días ni en todas las casas; eso, según y conforme. La mayoría de las veces nos la teníamos que comer a escondidas y sin que se enterasen nuestras madres. Ahora que, el día que se cataba, se acostumbraba a dar miel en el pan a los que no tenían.

Luego también se empleaba la miel para hacer las hojuelas en la Semana Santa.

Después se cocía otra vez la cera con agua y lo que había quedado de la miel. Si no quedaba miel, se echaba un poco. Y de esto salía el aguamiel, que lo echaban en jarras o algunas veces en botellas para que no se disipase. Y los chicos también solíamos meter el pan en la jarra o beber a morro de la botella cuando nos veía nadie.

Por último se cocía la cera y se hacían bolas y tortas con ella.

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tabla de cera


Más tarde, el día que se tenía tiempo, se calentaban las bolas o las tortas de cera al sol o a la lumbre para que se ablandaran y se cortaban en lonchas delgadas con un cuchillo.

Se cogía un ovillo de hilo de zapatero o del de coser las morcillas, se ponía en la loncha de cera y se hilaba con la mano teniendo el hilo sujeto con la pierna, y se iba dando vueltas a las tablas que teníamos para llevar a la iglesia o a la bodega.

Estas tablas se llevaban a la iglesia en un canastillo y se ponían en las sepulturas[3] por los difuntos de la familia.

El día de Todos los Santos se llevaban luces a la iglesia aunque no se tuvieran muertos en la familia. Y también se entregaban en las misas de cabo de año[4] de los familiares y de los vecinos. Bueno, prácticamente para todas las misas de cabo de año, pues, por lo regular, en el pueblo todos somos familia.

  1. [1] Nombre que recibe la aliaga o aulaga en Alcozar.
  2. [2] Término usado en Alcozar por despensa.
  3. [3] Zona de la iglesia que representaba las sepulturas de los difuntos de cada familia, y en la que se colocaban los hacheros, las tablas de cera, las palmatorias, etc. que en Alcozar se denominaban luces.
  4. [4] Misa que se celebraba al año justo de la muerte de algún familiar.

En Brias primavera de 1965[]

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Colmenas en Brías

La primavera: Conforme nos vamos acercando al mes de abril y cuando van quedando atrás los crudos días del largo invierno de estas tierras, los indicios de la nueva estación empiezan a dejarse sentir en el campo. El primero que despierta de su letargo invernal es el romero que esta junto a la puerta de entrada al colmenar de la "agüela". Abriendo sus aromáticas flores que pueblan generosas sus coloridas ramas, parece querer invitar a las abejas, ofreciéndoles su aromático polen, a salir de ese largo letargo invernal al que se resisten a abandonar. Pero a pesar de las todavía mas que frescas mañanas, lo cierto es que el sol se va haciendo el dueño del ambiente y las hacendosas obreras, conforme va avanzando el día, empiezan a sobrevolar la colmena posándose en las flores del romero, y en las de los almendros que también están ya empezando a florecer por estas fechas. Otra de las señales que nos indican la proximidad de la primavera es el sonido del cuco. Con ese cantar inconfundible y ocultándose entre las ramas de las frondosas carrascas del colmenar de la "tiá" Susana, no deja de cantar el cuco. El cuco no cesa en su cántico, libre de los quehaceres que por estas fechas mantiene a sus congéneres inmersos en las tareas de construcción de sus nidos, uno de los cuales el elegirá para depositar uno de sus huevos. Desde lo mas alto del cielo llegan a nuestros oídos los estruendosos sonidos de las grullas, que con su vuelo migratorio nos anuncian el final de la etapa de los fríos invernales. Sus escandalosos gritos se dejan sentir antes de que localicemos su presencia en el cielo con sus características formaciones. Formaciones que guiados por nuestra ingenua imaginación ,veíamos como trazaban diferentes números y letras que se perdían por el horizonte.

Con las primeras lluvias caídas al llegar la primavera, la naturaleza se prepara para extender la alfombra multicolor, con la que cada año por estas fechas cubre los desolados campos ya maltrechos por los crudos fríos del invierno.

Es por esta época del año cuando la abuela Engracia intensifica sus visitas al colmenar, y en el se pasa largos ratos observando el comportamiento de sus abejas y vigilando la posible agresión de alguno de sus numerosos depredadores.

En el colmenar existen dos tipos de colmenas. Las que llamamos de barro y los hornos. Las colmenas propiamente dicha están formadas por una estructura de mimbres entrelazados con forma casi cónica, similar a los cuévanos de las uvas mas ancha hacia las bocas y estrechándose por el centro, con una cruceta de madera en su interior. Estas estructuras están recubiertas con barro mezclado con paja molida o con moñigos, lo que las hace mas consistente y abrigadas. Las colmenas se colocan sobre una pesada losa de piedra, a la que se adhiere con una buena mano de barro. En los dos extremos llevan unas tablas que hacen de cierre, y en la parte superior se colocan unas losas que le sirven de protección contra las lluvias. Exteriormente están pintadas de cal. Los hornos están incrustados en la pared de la caseta del colmenar , en la que se guardan los utensilios y aperos que se emplea en el cuidado de las colmenas. La abuela, en los ratos que pasa en el colmenar se entretiene regando las plantas y las flores, y observando el comportamiento de las abejas. ¡ Pues hoy andan mucho!, ¡ trabajan muy poco todavía! , ¡Van muy pujadas!, o ¡ están muy agresivas hoy¡, son algunas de las expresiones mas utilizadas por la abuela. Con las observaciones que ella hace, decide el día idóneo para catar, que siempre procura que sea un día bueno y soleado y que no haga frío, para que las abejas se alejen del colmenar y estén menos agresivas o menos fuertes como dice ella. Algo que siempre me tuvo intrigado eran las reacciones tan extrañas que tenia la abuela con el tema del tiempo. Cuando hacían días de buen tiempo en el invierno se quejaba, y cuando los días eran malos en la primavera también se quejaba. Pero ella tenia sus motivos. Los días buenos y soleados del invierno, las abejas salían a buscar el polen, pero lógicamente volvían de vacío y al llegar a la colmena tenían que alimentarse para reponer energías. Si por el contrario en el invierno había pocos días buenos y soleados, las abejas no salían de la colmena, por lo que el consumo de miel se reducía al mínimo. En la primavera después de catar el efecto era el contrario. En los días de buen tiempo las abejas ya podían salir al campo a recolectar el polen, pues los campos ya están llenos de flores, mientras que los días malos no podían trabajar y tenían que consumir la poca miel que les había quedado tras la cata. ¡ Entonces tenia razón la abuela!.

Al vigilar el ataque de los depredadores, observa los posibles agujeros del ratón, que ataca principalmente a los hornos. También vigila la llegada del pájaro colmenero (abejaruco) que se posa en la piquera ( orificio de entrada a las colmenas), cuando las abejas se posan en la piedra de acceso y se da auténticos atracones de abejas que son su dieta favorita. Otro enemigo del colmenar es el tasugo (tejon), que siente un atractivo especial por la miel y que hace auténticos estragos cada vez que se presenta en el colmenar sin previa invitación, también siente atracción por la miel la Güina (Garduña).

Una vez decidida la fecha en que se va a realizar la cata, la víspera de ese día la abuela acompañada por mi madre prepara los cacharros y utensilios que se van a emplear el día siguiente.

http://www.culturaapicola.com.ar/fotos/barro.jpg Colmenas en Brías

El día de la cata se madruga antes de la salida del sol y el punto de encuentro es la casa de la abuela. Cada uno de los asistentes coge un cacharro o un artilugio y todos cargados parten en grupo dirigiéndose hacia el colmenar. Al pasar por los cañamares camino del colmenar, se escuchan los característicos cánticos de las totovías, ( alondras ) que por estas fechas ya revolotean sobre los verdes campos sembrados que están empezando a despuntar.

Con el sol todavía oculto detrás del otero llegamos al colmenar, y lo primero que hacemos es preparar una pequeña fogata con unas aliagas dentro del cobertizo, que a la vez que sirve para calentarnos un poco en la fresca madrugada, produzca unas brasas para encandilar los ahumadores. Los ahumadores que previamente han sido cargados de pajas secas y moñigas de vaca, se llenan de brasas para que prendan la moñiga, que producirá gran cantidad de humo, con el que se intentara ahuyentar a las desconcertadas abejas que trataran de defender su alimento. Todos los que están dispuestos a intervenir en la captura de los delicados panales, se protege de las mas que posibles picaduras de alguna abeja, que sin saber por donde logra alcanzar la carne en la que clavar su afilado aguijón. Con las mascaras puestas, la patrulla se dispone a atacar la primera colmena de la mañana. Las abejas todavía no están activas, y con mucho cuidado para no alborotarlas demasiado, se levanta la tapa superior de madera y se observa el estado de los panales. ¡Parece que esta muy llena!, se oye susurrar. Este comentario alegra los rostros ocultos tras las telas de alambre, y todos hacen un intento por ver el interior de la colmena, de la que inmediatamente empiezan a salir las abejas con no muy buenas intenciones. ¡ Rápido humo! se escucha una voz algo nerviosa. Los nervios hacen mella en la mayoría de los aquí presentes, la única que se muestra tranquila es la abuela, que sin protección alguna se acerca a la colmena como si estuviera segura de que a ella le fueran a respetar sus abejas. La imagen de la colmena abierta con esos dorados panales repletos de miel es todo un espectáculo, que a pesar de los nervios que nos producen las abejas revoloteando a nuestro alrededor, podemos disfrutar contemplándolos. Los ahumadores no cesan se soplar y lanzar el humo al interior de la colmena, para hacer retroceder a las desconcertadas abejas que en un momento han desatado su agresividad, mientras que el encargado de cortar los panales busca la forma de poder introducir el catador. Cuando la colmena esta muy llena, es preciso deshacer el primer panal para poder sacar después mas enteros los demás panales. Para sacar los panales de la colmena, es preciso hacerlo con el máximo cuidado de no escachar las abejas, y con un ramillete de hierbas secas se retiran cuidadosamente las abejas que se resisten a separarse del panal. De las colmenas se extraía el 60 % de la miel , dejándoles el resto para su subsistencia. Los panales se van depositando en el balde o en el barreño, y cuando este esta lleno se lleva al cobertizo, donde esperan con ansiedad los chavales la llegada de los primeros panales. Pero antes de traspasar la puerta, es preciso apartar las abejas que sobrevuelan y se posan sobre los panales en un desesperado intento por rescatar el alimento que tanto les ha costado elaborar. Cuando no se ve ninguna abeja sobre el balde, se cubre con un paño y se pasa al interior . Inmediatamente es rodeado por los nietos, que se lanzan sobre los dorados panales para tomar un trozo del delicioso manjar, trozo al que inmediatamente se lo llevarán a la boca. Con la ilusión de contemplar la miel, se olvidan del peligro que hace tan solo un momento les tenia atemorizados y es entonces cuando aparece la abeja mas obstinada y clava su aguijón en la tierna carne de alguno de los chavales, que inmediatamente rompe a llorar, y corre a buscar un poco de barro con el que cubrir el picotazo para evitar el hinchazón. Esta operación se va repitiendo una tras otra en todas las colmenas, con la salvedad de que con las mas viejas cambia algo el método, pues para catarlas lo primero que se hace es volverlas, y retirar los panales mas viejos que estaban abajo, dejarles los nuevos para las abejas. Esta operación es necesario hacerla cada cierto tiempo, para que las colmenas se vayan renovando. Terminadas las colmenas se empezaba con los hornos, si no era posible hacerlo el mismo día se posponía para el día siguiente. Los hornos se cataban desde el interior de la cabaña, y era una operación menos arriesgada, ya que las abejas se salían hacia la calle por lo que no entrañaban tanto riesgo. Pero siempre había alguna abeja que se colaba al interior de la caseta, organizando un pequeño caos entre los que estaban mas desprotegidos. Cuando se abría la tapa de los hornos, los chavales que no habían visto los panales en las colmenas podían ahora contemplar esa bella estampa de los panales adosados a las paredes o colgando del techo del horno. Pero siempre resultaba mas seguro tomar una buena posición tras la pequeña cortina de humo de la hoguera que todavía manteníamos viva para tal menester. La posición de los panales no era la misma en todos los hornos, en unos estaban verticales a la tapa y en otros estaban paralelos, estos últimos eran mas difíciles de catar. Terminados de revisar y catar todos los hornos, era la hora de despojarse de los aperos que nos protegían de los picotazos de las desesperadas abejas. La única que adoptaba una aptitud diferente a los demás era la abuela, que cuando todos estaban desprendiéndose de las ropas de protección, ella se estaba quitando los guiz de los picotazos que le habían dado las abejas. Cuando le preguntábamos si no le dolían los picotazos, el comentario que recibíamos por respuesta era: que los picotazos eran muy buenos para el reuma y para el corazón. Una vez recogido todo el tenderete, y dejando el trabajo de repegar las tapas de las colmenas para otro día cuando las abejas estén mas calmadas, viene el trabajo mas pesado, trasportar toda la miel del colmenar a la casa de la abuela. Este recorrido que había que hacerlo andando, resultaba bastante duro y a veces era necesario hacer varios viajes.

Con toda la miel en casa, empezaba el proceso de la extracción de la miel para separarla de la cera, proceso que se prolongaría durante varios días, y que daría lugar a situaciones enfrentadas entre la abuela y los nietos. Los nietos por su parte, al menor descuido de la abuela entrarían en la sala para pasar el dedo índice por entre los finos y dorados hilos de miel que cuelgan del cesto, y sin reparan en los chorretones que caen al suelo llevárselo a la boca una y otra vez. Por otro lado esta la abuela, que al sentir cualquier pequeño ruido y sabedora de las intenciones de los traviesos nietos, se le siente gritar con un tono enfadado desde el fondo de la cocina: ¡que no os vea yo acercaros a la sala he! .

El proceso de extracción de la miel se realiza con el método artesanal que se venia practicando sin innovaciones con el paso de los tiempos. Se coloca un barreño de cerámica y apoyado en dos palos sobre el barreño, se coloca el cesto de mimbres en el que se introducen los panales de miel . los panales se van chafando de vez en cuando, y los agujeros del cesto dejan filtrar la miel por entre los enlazados de sus mimbres, y formando unos finísimos hilos de oro se descuelga para alcanzar el fondo del barreño. La miel se almacena en el barreño quedando transparente y limpia de impurezas. Las impurezas que flotan en la superficie, son retiradas con mucho tiento por la abuela con la ayuda de una espumadera. La miel se almacena en las tinajas que la abuela tenia en el cuarto mas fresco de la cámara. Las tinajas estaban tapadas por unas tablas de madera, y en su interior siempre se podía ver el surco producido por algún dedo a cuyo propietario no seria muy difícil de identificar, surco que provocaba las iras de la abuela y a los que nunca se llego a acostumbrar. Una vez escurrida toda la miel de los panales, la cera se cuece varias veces en las calderas hasta formar las características tortas doradas, que luego venderá o canjeará la abuela por otros géneros. De la primera cocción de la cera se sacaba la popular aguamiel, con la que luego se hace el delicioso mostillo, que junto con los calostros, son los dos postres elaborados mas ricos y deliciosos de estos tiempos. Para limpiarla la cera tendrá que ser cocida y filtrada varias veces por un paño de esparto, hasta lograr unas tortas limpias de impurezas, este proceso es laborioso y lento, pero la abuela tenia tiempo y paciencia para hacerlo. Con la cera menos limpia y vistosa se preparaban las tradicionales tablas de cera, que con mucha paciencia elaboraba la abuela en los ratos libres sentada al sol . Estas tablas no faltaban nunca en la casa de la abuela y cuando en otras casas se utilizaba el candil , en su casa se utilizaba siempre esta tabla de cera.

La abuela Engracia nos contaba sus anécdotas sobre la vida de las abejas. Los tópicos eran muchos en aquellos tiempos, y a pesar de que como hemos relatado la abuela tenia muchos conocimientos sobre el mundo de las abejas, había creencias que no eran del todo ciertas. Nos comentaba la abuela cuando subíamos con ella al colmenar algunas de las costumbres de las abejas. Decía de los zánganos, que los utilizaban las abejas para llevar el agua a las colmenas y que luego los mataban al finalizar el verano. En esta época es cuando se ven las piqueras de las colmenas gran cantidad de zánganos muertos. Lo cierto es que la única misión de los numerosos zánganos en la colmena es la de fecundar a la reina, y solo uno de ellos logra este objetivo en el conocido como el vuelo nupcial. La reina solo sale de la colmena o para enjambrar o para ser fecundada por el zángano mas veloz, que logra alcanzarla en pleno vuelo.

Al enjambrar alguna colmena, echo que se solía dar en los meses de mayo o junio, la abuela permanecía mas tiempo en el colmenar tratando de capturar el enjambre, que solía pararse en la rama de algún árbol cercano. Con un pequeño cesto y sin ninguna protección, ella se acerca a la rama y sacude las abejas que recoge dentro del cesto. Después comprueba que este la reina, para ello las extiende con la mano sobre un paño negro hasta localizar a la reina, que es de mayor tamaño que las de mas nos comentaba, y que no lleva corona como nosotros nos imaginábamos, o bien intentando localizar sobre el oscuro paño los pequeños huevos blancos que la reina suele depositar. Otro método para localizar la reina, es buscar en las celdas en las que se están formando las nuevas abejas una celda de mayor tamaño que las de mas, que será la celda de una reina. La reina se forma con el mismo huevo del que nacen el resto de las abejas, pero a diferencia del resto de abejas que son alimentadas con miel y polen, a la reina se le alimenta con jalea real. Cuando nos enseñaba un panal en tiempo de reproducción en los meses de mayo y junio, veíamos unas celdas llenas de larvas blancas y otras llenas de polen, era una imagen muy diferente de la que vimos en la colmena al catar. En esta etapa las abejas se muestran mucho mas agresivas y no les gusta que les molesten, por eso pocas veces podíamos ver como se formaban las nuevas abejas, un proceso que dura unos 21 días desde que la reina pone los huevos. En este tiempo las abejas tienen que alimentar continuamente a las larvas y mantener en la zona de incubación de la colmena una temperatura constante entorno a los 34 grados, algo que logran aireando la colmena con el movimiento de sus alas. Tras el nacimiento de las nuevas crías, la población de la colmena puede alcanzar las 80.000 obreras y es entonces cuando al nacer una reina nueva la vieja se ve forzada a abandonar la colmena. Para pasar el invierno la población de la colmena no suele sobrepasar los ocho o diez mil individuos, pues no olvidemos que la vida de una abeja no es superior a las seis semanas en época de trabajo y las que nacen en el otoño viven hasta la primavera, cuando la vida de la reina supera los tres años.

Con este relato, he querido reflejar una tradición con la que cada año nos saludábamos ilusionados la llegada de la primavera.

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